Opinion (2375)
Certidumbres e Inquietudes: EL ACUERDO NO ERA LA PAZ. Por José Gregorio Hernández Galindo.
03 Oct 2016Digamos una vez más que el plebiscito no era necesario porque el Jefe del Estado está autorizado constitucionalmente para adelantar el proceso de paz y celebrar acuerdos con miras a alcanzar la paz.
Tal es el objetivo, y no lo podemos confundir con los medios para lograrlo. No todo medio es válido en búsqueda de un fin loable. Por eso, no se podía confundir el Acuerdo con la paz.
Ahora bien, ya que el Presidente quiso someter lo actuado al veredicto popular, y lo hizo preguntando al pueblo si apoyaba o no el voluminoso Acuerdo firmado el 26 de septiembre, cada colombiano tenía el derecho inalienable de inclinarse por el SÍ o por el NO. Era su derecho votar, y escoger libremente cualquiera de las dos opciones.
No se necesitaba ser santista para votar SÍ, ni uribista para votar NO. Todos los ciudadanos debíamos votar libre y espontáneamente, sin agresiones ni descalificaciones, sin que fuera indispensable pertenecer a un cierto partido. La paz, como lo dice la Constitución, es un derecho y un deber de todos, y de ella no se puede apropiar nadie.
El propio Rodrigo Londoño -Timochenko-, dice que el NO era una de las opciones. De eso se trata en un plebiscito. Había dos opciones –SÍ y NO-, ambas igualmente válidas. Y era un derecho de todos votar por una u otra.
El Presidente Juan Manuel Santos ha aceptado su derrota en el plebiscito. Él, como Jefe del Estado -que era quien consultaba al pueblo-, habría hecho mejor si se hubiera mantenido imparcial ante la respuesta; esperarla y aplicarla. Pero, como tomó partido; como confundió a los colombianos, atando el valor de la paz al Acuerdo Final; como sostuvo que si ganaba el NO regresaba la guerra y el Acuerdo no podía ser renegociado, y como sindicó a los partidarios del NO de oponerse a la paz y de buscar la guerra, salió derrotado. No ha debido ser así.
Pero, habiendo triunfado el NO, el Presidente es el llamado a buscar nuevos caminos hacia la paz. En ello, lo acompañaremos, como lo acompañamos desde el comienzo en este proceso, antes de los errores cometidos por el Gobierno, que nos llevaron a votar por el NO.
El Jefe del Estado debe convocar de inmediato a los partidos políticos y buscar un gran acuerdo nacional, sin exclusiones. Es lo que quieren también las Farc, que en las últimas horas lo han expresado en términos claros y contundentes.
No sigamos confundidos: la paz no era el Acuerdo. Ni el Acuerdo era la paz.
Certidumbres e Inquietudes: INDISPENSABLES PRECISIONES. Por José Gregorio Hernández Galindo.
29 Sep 2016Varias cosas observaciones respecto al plebiscito que se vota este domingo 2 de octubre:
-El plebiscito no era necesario. El Presidente de la República, en su condición de Jefe de Estado, podía adelantar los diálogos, designar a sus delegados, señalar las directrices, fijar las posiciones e indicar las condiciones que el Gobierno exigiera para negociar, reservándose la firma del acuerdo final.
El Presidente Santos quiso someter el proceso a la decisión del pueblo. La Corte Constitucional, mediante Sentencia C-379 de 2016, señaló que la decisión popular solamente obligaría al Presidente de la República, y advirtió que, al formular la pregunta, el Presidente no debería confundir a los votantes haciéndoles creer que votarían por o contra la paz.
También advirtió la Corte: “Se reitera que de ninguna manera el efecto de la votación del plebiscito es la inclusión automática de una norma legal o constitucional en el ordenamiento jurídico, dado que lo que se somete a consideración del Pueblo no es una norma sino una decisión política del Presidente de la República”.
No obstante, la pregunta formulada recayó directamente sobre el Acuerdo Final , que, si bien no contiene, ni podía contener normas -porque las reuniones de La Habana no eran de una Constituyente, ni las de una corporación legislativa-, en virtud de lo dispuesto en el Acto Legislativo 1 de 2016, que entrará a regir tras la votación del plebiscito, ese Acuerdo Final adquiere el carácter de Acuerdo Especial de aquellos a los que se refiere el artículo 3 común a los convenios de Ginebra de 1949, para humanizar la guerra durante conflictos en curso (pese a que el conflicto con las Farc se entiende terminado). De conformidad con el mismo Acto Legislativo, ese Acuerdo, “entrado en vigor ingresará en estricto sentido al bloque de constitucionalidad para ser tenido en cuenta durante el periodo de implementación del mismo como parámetro de interpretación y referente de desarrollo y validez …”. Ahora bien, según el texto del mismo Acuerdo Final, entró en vigor a partir de su firma. Es decir, ya está vigente como Acuerdo y tras la votación del plebiscito se convertirá en Acuerdo Especial e ingresará “en estricto sentido” al bloque de constitucionalidad.
-La pregunta formulada a los colombianos no habla de “aprobación” sino de “apoyo”. Es decir, para que lo acordado pase a ser norma constitucional o legal, es indispensable que el Congreso lo apruebe. Infortunadamente, el Acto Legislativo 1 de 2016 contempla un trámite especial que convierte a los congresistas en convidados de piedra, pues carecen de iniciativa; no pueden modificar los proyectos, y sólo aprueban o imprueban.
En apariencia, todo está consumado, pero mucho tendrán que decir todavía la Corte Constitucional y el Consejo de Estado.
Punto de Referencia: ACIERTA EL FISCAL GENERAL. Por José Gregorio Hernández Galindo.
28 Sep 2016Opinión: “NO ESTOY DE ACUERDO CON LO QUE DICES, PERO DEFENDERÉ HASTA LA MUERTE TU DERECHO A DECIRLO”. Clara Patricia Montoya Parra
27 Sep 2016Frase atribuida por la escritora británica Evelyn Beatrice Hall al escritor francés Voltaire en su libro “Los amigos de Voltaire”.
Más allá de la discusión de si la autoría de la frase le pertenece sí o no al pensador, lo importante es que en pocas palabras resume un derecho fundamental consagrado en el Artículo 20 de la Constitución Política de Colombia que reza: “Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones…”.
Los colombianos iremos a las urnas el próximo 2 de octubre de 2016 para responder con un SI o un NO a la pregunta formulada por el actual Presidente colombiano. Un SI o un NO que refleja el sentimiento personal del votante frente al acuerdo celebrado en la Habana. Pero –tal vez, la mayoría- votará sin haber leído el acuerdo y entonces algunos desde su individualidad están votando SI o NO a la paz o a la guerra, creyendo que es eso lo que le están preguntando.
Y esto lo escribo porque desde mi perspectiva, los medios de comunicación y algunas personas públicas han complicado mucho el lenguaje y han sido los primeros en violar el Artículo 20 de la C.P. de C.
En mi sentir, mientras ellos sigan trasladando la respuesta al SI o al NO a la paz, en lugar de centrar la pregunta al contenido que la pregunta misma encierra, estamos continuando la guerra.
La guerra verbal para comenzar, esto es, la guerra de irrespeto a la libre expresión de la que goza cada individuo, en la medida en que si se expresa públicamente el SI salen por todos lados frases de escarnio y de odio de los seguidores del NO y si se dice NO, los insultos de los seguidores del SI no paran.
En el escenario actual, visualizo la avalancha de ofensas de unos contra otros y creo que pese a los acuerdos de la HABANA, este es un país, que se gana la guerra con honores. No es el acuerdo de paz contenido en las 297 páginas firmadas en el ambiente transitorio de júbilo que vivió ayer Colombia lo que nos permitirá vivir en armonía, porque el papel aguanta todo; lo que en realidad refleja que no estamos hechos para la paz es el modo y la forma como los personajes públicos incitan a la guerra y el modo y la forma como los personajes comunes y corrientes repiten ese odio en sus chats.
Lo que tenemos hoy en día por cuenta de este SI y NO, es que algunos tuvieron que cerrar sus chats en las redes ante la avalancha de insultos por expresar públicamente el sentido de su voto; familias y amigos incapaces de sostener civilizadamente y en paz conversaciones sobre el SI y el NO están momentánea o definitivamente divididas y lo peor y en mi opinión –más grave- es que personajes públicos usando ese poder que les da la influencia en las masas, también aprovecharon para sacar su amor por la guerra haciendo crecer el odio entre los colombianos.
No me falta verdad en lo que digo y sin citar lo que los colombianos del común sueltan por su boca o escriben en las redes, frases pronunciadas por personajes públicos que en lugar de ser coherentes con sus deseos de paz, reflejan sus ganas de guerra hacen más daño que beneficio. A ese propósito tengo que decir que admiro profundamente a José Mujica pero me sorprendió leer su frase: “Si Colombia dice ‘No’, daría la impresión de ser un pueblo esquizofrénico que se aferra a la guerra como forma de vida”. Por favor, qué locura contiene esa frase. Decir no al acuerdo que se nos está entregando es como decir –guardadas sus proporciones- no a un contrato. Si un contrato tiene clausulas en contra de mis intereses, es mi deber y mi obligación decir NO. Y eso nada tiene que ver con esquizofrenia ni locura demencial.
La pregunta formulada por el Presidente no está formulada para responder SI o NO a la guerra, porque entonces lo diría con sencilla claridad: “¿Está de acuerdo con la paz?” o “¿Está usted de acuerdo con la guerra”?. Por el contrario, la pregunta se orienta expresamente al Si o al NO del acuerdo y por eso expresa: “¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?
Algunas personas han recibido insultos y ofensas -sin tregua- por tratar de explicar su punto de vista al por qué responderán NO a la pregunta formulada por el Gobierno y no un SI a la pregunta ficticia que los medios de comunicación y muchos personajes públicos en los medios de comunicación, tratan exitosamente -para eso son medios de comunicación y por algo son considerados del cuarto poder sobre el planeta- tratan, repito, de meter en el inconsciente colectivo.
En este sentido, por citar un ejemplo, Mons. Libardo Ramírez Gómez, obispo emérito de Garzón y ex presidente del Tribunal Eclesiástico Nacional, dijo públicamente que votaría NO después de leer tres veces el acuerdo. El, aclaró, que era respetuoso de la opinión de los demás, pero que sentado juicioso por varios días, leyó repetidas veces, tres para ser más precisos, el contenido de las 297 páginas y su conciencia no le permitirá dar un SI a ese acuerdo, máxime si lo que le están preguntando es Sí aprueba el acuerdo y no si aprueba la paz.
Precisó con toda claridad que su respuesta nada tiene que ver con la paz, porque esa no era la pregunta y si ella fuera, su respuesta sería SI porque su deseo de paz en Colombia no está en discusión. Es decir, si la pregunta fuera la que inconscientemente se nos está vendiendo, esto es, ¿Está usted de acuerdo con la paz? La respuesta de Monseñor no se estaría ventilando en los medios porque ella sería un SI rotundo.
El gran problema está en que los colombianos del montón –que somos la mayoría- estamos interiorizando –sin leer el acuerdo- que la pregunta a responder es la ficticia; y, así no más, sin mediar razonamientos, dándole toda la credibilidad a los personajes públicos que opinan todos los días y a los medios que vienen empujando para sacar el SI a la pregunta ficticia, estamos proyectando nuestro voto–sin comprender bien la pregunta y sin leer el acuerdo para responder la pregunta- y, ese es el punto, emprendiendo campañas de intolerancia contra nuestros opositores.
Si seguimos sosteniendo que en realidad lo que se pregunta es un Sí o un NO a la paz y no al acuerdo, pues está muy bien votar el próximo 2 de octubre, en el sentido que cada colombiano lo desea, pero no por eso podemos continuar irrespetando al que opine contrario a nuestra respuesta.
La polarización que ha sufrido este asunto nacional por cuenta de la polarización entre dos hombres unidos “aparentemente” en el pasado bajo un mismo gobierno, no puede confundirnos y mucho menos ser la disculpa para seguir guerriendo en las salas de la casa, en los almuerzos de colegas o en las redes sociales donde el irrespeto y la violación del Art. 20 de La Constitución literalmente se desbordó. El No de muchos colombianos no es el NO de uno de ellos, es un NO a los acuerdos y no es por lo tanto un NO político, es un NO a los términos de un contrato que no convence del todo. No es la negativa a la paz y tal vez si hacemos claridad a ese respecto comprendamos un poco las posiciones y convicciones personales, así sean contrarias. No todo el mundo firma contratos a ojos cerrados, no todo el mundo se expone a pleitos futuros si el acuerdo del contrato se incumple porque era imposible cumplirlo. Algunos a conciencia estiman que las clausulas no les satisfacen y eso es totalmente respetable.
Hagamos paz en el respeto de las leyes y en este caso especial, en el respeto y acatamiento del artículo 20 de la Constitución Política de Colombia. Saquemos tiempo para leer el acuerdo y tomemos una decisión coherente con nuestro pensamiento y nuestro deseo de un mejor país para todos. Votemos SI o votemos NO y permitamos que nuestro padre, hermano, hijo, esposo, amigo, vecino o tercero en discordia vote como su corazón de colombiano se lo señale entendiendo que finalmente ese es el SI que Colombia necesita y clama, es decir, el respeto por la opinión diferente siempre y cuando esta se someta a la ley.