Estábamos en plena guerra fría y la embajada rusa en México, en cabeza de Nicolai Sergueievitch Leonov, servía como articulador para el desarrollo del proyecto ideológico- logístico que tenía a Colombia en la mira. Había que desestabilizar a este país suramericano a como diera lugar. Se desencadenaron entonces, atentados terroristas en Bogotá, Cali y otras ciudades.
Medio siglo después, la prensa nacional y extranjera, el propio gobierno y la opinión pública, están advertidos de los intereses rusos en Colombia, convertida en la “joya de la corona” de la región, básicamente por tres motivos: uno, es un país que ha soportado más de 60 años de violencia; dos, es el principal productor de cocaína en el mundo y tres, es un áulico de US desde un lejano 48, cuando el batallón Colombia participó en la Guerra de Corea.
En diciembre del 2020 la Cancillería solicitó al embajador de Moscú en Colombia la salida de dos diplomáticos, Belousov, del Servicio de Inteligencia Militar de Rusia (GRU) y Paristov, del Servicio de Inteligencia Extranjera (SVR), por espionaje al servicio de intereses venezolanos: ya desde 2013, se habían presentado las protestas pertinentes a los sobrevuelos ilegales de aviones rusos de inteligencia en espacio aéreo colombiano, procedentes del hermano país.
En enero de este año, la Subsecretaria de Estado para Asuntos Políticos de EE.UU. Victoria Nuland, alertó sobre la presencia de rusos en regiones fronterizas y dijo que el Kremlin tenía experiencia al interferir en los comicios de US y Europa. La funcionaria aclaró que se trabajaba en conjunto para impedir “que fuerzas externas malignas intervengan en las elecciones”.
El pasado 25 de marzo en una audiencia ante el Comité de Servicios Armados del Congreso de US, el general Glen Van Herck, Comandante del Comando Norte de EE. UU manifestó: “Me gustaría señalar que la mayor parte de los miembros de GRU en el mundo está en México en este momento”. La General Laura Richardson, Comandante del Comando Sur, declaró en la misma audición: “…lo que más me ha impresionado ha sido la medida en que China y Rusia están ampliando agresivamente su influencia en nuestro vecindario”. Aseguró que el gobierno de Maduro “participa activamente en actividades de narcotráfico y alberga dentro de sus fronteras a grupos terroristas regionales como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)”, aquel parido por Cuba y estás diseñadas en la Rusia soviética.
Mientras el viceministro de exteriores Ryabkov, admitió que Moscú no descartaba la posibilidad de establecer una infraestructura militar en Venezuela como parte de una “asociación estratégica” (¿maletines nucleares?), la Embajada de la Federación de Rusia en Colombia expresó que “Rusia ni ha intentado, ni tiene intención de injerir en la vida interna” del país.
Hace pocos días, el ruso Sergei Vagin, alias ‘Servac’, fue detenido por las autoridades locales por financiar las Primeras Líneas y la violencia durante el Paro Nacional. Para la CIA y la DEA, Vagin lavó activos y evadió las normas fiscales por más de 146 millones de dólares. Paralelamente, una ciudadana rusa fue detenida y durante un allanamiento a su apartamento se encontraron manuales con instrucciones de espionaje y reglamentos sobre sistemas para la protección de la información. La mujer tendría contactos con la inteligencia rusa.
En el caso de la guerra Rusia-Ucrania, el comercio con estos países representa menos del 1,5 % de las exportaciones e importaciones de las principales economías latinoamericanas. El año anterior Rusia exportó 11.000 millones de dólares a la región, mientras que esta le vendió 8.500 millones, según el Observatorio de Complejidad Económica. Para la FAO, actualmente América Latina produce alimentos suficientes para unos mil trescientos millones de seres humanos y debe “asegurar y garantizar la seguridad alimentaria para la región y el mundo” afirmó su Director General en Quito recientemente.
A todo esto, las declaraciones del candidato Petro han sido tímidas y conciliadoras mientras los pronunciamientos del actual Presidente han sido taxativos en su apoyo a los nacionalistas ucranianos.
¿Rusofobia estilo 48, paranoia pre electoral 22 o cruda realidad de esta guerra híbrida en desarrollo?
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