Reflexión de la semana

(…) Pero no son los extranjerismos el problema de más envergadura que debe afrontar quien habla o escribe para el público, sino la denuncia de los desmanes que la voz pública comete con nuestra lengua por falta de instrucción idiomática, de atención a los usos mejores y al sentido común muchas veces. Ello determina el ultraje al idioma en lo que se habla o se escribe, y la creencia de que todo sirve indiscriminadamente, incluso las invenciones, las alteraciones de lo comúnmente admitido y las ocurrencias. Abundan tanto, que constituyen una radiografía desoladora sobre la aptitud de muchos que tienen el idioma como instrumento principal de trabajo para usarlo: periodistas, abogados, profesores, políticos, publicitarios… Lo cual tiene efectos perversos sobre el habla –y la inteligencia- común, ya que frecuente y abundantemente anulan distinciones importantes (entre oír y escuchar, por ejemplo, o entre deber y deber de), o difunden vulgarismos insoportables (adelante por delante), o reducen pavorosamente nuestro caudal léxico (terminar, acabar, concluir, dar fin,  palabras sacrificadas a finalizar)… Fernando Lázaro Carreter: El nuevo dardo en la palabra, Madrid, Aguilar, 2003.

 

 

Cuando las personas del común se representan en sus mentes la figura de los abogados, presumen que éstos son grandes conocedores del lenguaje y dominan mejor que los demás  profesionales,  la palabra escrita y verbal; y, así era tradicionalmente a tal grado que, no nos cabe la menor duda el conocimiento de las letras le otorgaba a los profesionales del derecho autoridad y gran prestigio. No obstante, lo que vemos en la actualidad -en los escritos de abogados y en sentencias y fallos de los jueces-, es un uso relajado y descuidado del uso de la palabra.
 
La lingüista argentina, María Marta García Negroni[1], coordinadora del libro “El arte de escribir bien en español” en entrevista dada a La Gaceta[2] de Buenos Aires y respondiendo preguntas relacionadas con la forma correcta de hablar y escribir que debe emplearse por abogados y jueces, dijo: “la abogacía trabaja con el lenguaje y, por ende, tiene que aprovechar los conocimientos que proceden de la Lingüística para saber cómo dominar y manejar el lenguaje, y cómo disponer de herramientas que a los abogados les permitan litigar en forma argumentada”.
 
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(…)“el abogado debe saber qué significa usar una negación y qué sentidos, queridos y no queridos, buscados y no buscados, son puestos en marcha por medio del discurso”.
 
(…) “El objetivo es saber cómo se construye la imagen del que habla en esos discursos, el juez, el abogado, las partes, etcétera. La única herramienta del abogado es la palabra, ya sea oral o escrita. Entonces, es clave la utilización estratégica de la palabra”.
 
Y agregó: “A veces, los escritos son oscuros y presentan problemas de coherencia interna. En el plano de la corrección normativa, por ejemplo, existen dificultades en el uso de los gerundios, de los signos de puntuación o de las mayúsculas extremas, que constituyen usos inadecuados o incorrectos del español escrito. Eso sin contar el empleo exagerado de los latinismos”.
 
 “Es muy importante ver las voces que aparecen en el discurso, e identificar los distintos puntos de vista y las argumentaciones, porque usar una palabra u otra no da lo mismo. No es igual decir inmigrante que ilegal; calificar de ilegal a alguien tiene una carga diferente”, ejemplifica”.
 
Para el Instituto Cervantes en su libro “Saber escribir” “Hay que dar, en suma, vida a la historia a través de la revitalización constante de la palabra. La palabra conecta el mundo con los ciudadanos en la historia contada por medio del lenguaje. La palabra se convierte en protagonista de las historias escritas. Por ello, hemos de mimarla, cuidarla y usarla con el mismo esmero con que un pintor usa y combina el color para hacer atractiva su obra pictórica. La palabra hay que saborearla, degustarla  y gozarla acústicamente. Pero también hay que disfrutar de ella al ensamblarla armónicamente en el texto escrito sin romper el compás natural que acompaña su elección”.
 
La realidad actual es que algunos abogados y jueces abandonaron el cuidado de la palabra oral y escrita en detrimento de la profesión que por su prestancia, debería dominarla y respetarla como ningún otro profesional.  
 
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[1] Profesora de letras graduada por la Universidad de Buenos Aires. Doctora en Ciencias del Lenguaje por la École des Hautes Études en Sciences Sociales.
[2] FUENTE: http://www.gacenet.com.ar/vernota.asp?id_seccion=120&id_nota=214068
Modificado por última vez en Viernes, 15 Agosto 2014 14:30
La Voz del Derecho

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