Opinión Online: CARLOS, 48 AÑOS, COMERCIANTE. Teresa Consuelo Cardona

Carlos no es un señor mayor, tal como aparenta. Es un personaje apacible que habita tras las rejas de su propio negocio: es un tendero de barrio.
Estoy en la típica tienda de barrio, surtida con cientos de productos y vestida con decenas de avisos promocionales de chucherías y mecatos. A través de la enorme y fortificada reja que me separa de las mercancías, puedo ver a Carlos, quien está detrás de la vitrina que exhibe y a la vez promociona productos cárnicos.
 
En un ataque de añoranza, tal vez inexplicable, le digo que me gustaban más las tiendas de mi niñez, aquellas a las que uno podía entrar, pedir lo que necesitaba y, mientras el tendero despachaba, escoger dulces de tarros y vitrinas, pagar y esperar la devuelta.
 
Carlos sale de detrás de su refugio con una cara francamente burlona. Su mirada me hace saber que estoy hablando como una anciana nostálgica, y me dice sin compasión: "¿Usted dónde ha vivido? ¿Qué le pasa? ¡Cuánto hace que nos tuvimos que enrejar para poder vender sin que nos roben!".
 
Estoy tan atribulada con esa reacción tan capaz de triturar mi reminiscencia, que apenas atino a preguntar: ¿a usted lo han robado?
 
Lo siguiente fue peor: una carcajada sonora, vibrante y fuerte cruzó mis oídos. Sólo entonces noté que Carlos no es un señor mayor, tal como aparenta. De repente su risa se descompuso y decayó hasta quedar en una mueca que pude interpretar como de honda tristeza.
 
"No me va a decir que usted es la única palmirana a la que no han robado. En este pueblo a todos nos han robado. Si no nos roban los ladrones, nos roban los políticos. Si no nos roban los 'paras', nos roba la policía. Si no nos roban las bacrim, nos roba el Estado. ¡Aunque sea la honra nos la roban todos los días!".
 
Intenté organizar mi discurso de esperanza, pero no me dio tiempo. Se aferró con ambas manos a las rejas verticales que nos separaban y prosiguió casi sin tomar aliento. "Mire, si usted va a poner un negocito como este, tiene que pagar un montón de plata. Igual si lo hace legalmente que si no. Los requisitos que le ponen para usted vender un producto campesino son inalcanzables. ¿Y para qué lo hacen?, para que usted le pague al fulano que viene a revisar. Y para que el campesino no pueda vender directamente a las tiendas. ¡Matan dos pájaros de un tiro, mi señora! Por un lado, separan a los que deberían unirse y por otro, los joden a ambos, al tendero y al campesino. Y la plata que se le va a uno en seguridad es horrible, le voy a decir por qué: usted paga sus impuestos para tener seguridad, es decir, policía que lo cuide. Pero no. Aquí llega cuanto ladrón quiera asomarse. Y si lo van a robar, lo roban. O roban al cliente, que es peor; porque entonces uno pierde de todos modos. Uno se gasta un billete largo en hacer rejas, poner alarmas, instalar cámaras, y al final, eso solo sirve para investigar quién lo mató a uno, si es que la familia quiere averiguar, pero no para evitar que lo maten. Entonces ahí ya perdió, porque tuvo que invertir en seguridad. Y la seguridad que usted ya había pagado con sus impuestos, también la pierde. Y además, si los extorsionistas vienen, usted no se va a poner a fijarse si quedó en cámara o no, para qué, si uno sabe que en la policía y en la fiscalías las pruebas se pierden, se borran, y usted queda con el enemigo".
 
"Vea, a uno le da más rabia es cuando vienen esas viejitas de la Acción Comunal, con una hojita para recoger firmas de por quién va a votar. A mí me provoca devolverlas, pero uno sabe que si ellas no llenan las hojitas, les echan a los hijos del trabajo, entonces uno firma. Y uno sabe que está firmando para que lo roben. Pero hay gente más fregada que uno y hay que ayudarles manteniendo a los chulos en el poder".
 
"Yo no creo que el Estado ayude a los ciudadanos. Al contrario, se los chupa completitos. Es que es un negocio redondo: usted tiene la clientela lista para sacarle la plata del bolsillo, pues se la saca. ¿Y qué necesita? gente que haga las leyes de cobro, gente que cobre y gente que pague. Fácil. Lo mismo si usted es presidente o jefe de una banda. ¿Si se la pilla? Son igualitos y usted le tiene que pagar igual al presidente que al bandido, porque los dos tienen cómo cobrarle en plata o en venganza. Si usted no les paga a los extorsionistas, vienen y le queman el negocio. Si usted no le paga al Estado, le cierran el chuzo, es igualito. Que el Estado lucha contra la delincuencia, no, señora, ellos se enfrentan para defender cada uno su platita, no a los ciudadanos. A mí sí me gustaría que hubiera paz. O sea, que se repartieran el territorio y así uno sabría que le tiene que pagar a uno de los dos, pero a los dos es muy duro. ¿Usted se imagina por allá en esos sitios donde también hay que pagarle a la guerrilla? No le alcanza a uno para dos, menos para los tres. Ojalá se pongan de acuerdo, porque así como estamos, pagar impuestos aquí es pecado. ¿Qué va a llevar?
Teresa Consuelo Cardona

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